domingo, 14 de septiembre de 2008

Dm (IV): El príncipe Cauto

Sin duda uno de los personajes más famosos de las lejanas tierras de Oriente era el príncipe Cauto. No es que le llamaran cauto por nada en particular, ni tan siquiera la intención de sus padres al educarlo es que lo fuera. El luminoso día de septiembre en el que nació les cogió por sorpresa, según el reputado médico de la corte quedaban aún más de seis semanas para el parto, y el alumbramiento provocó una agria discusión entre sus progenitores, quizá la única que tuvieron en todo su largo y estable matrimonio. Y el motivo de la disputa no fue más que la elección del precioso bebé rosado que ahora tenían entre las manos.
Se propusieron nombres, a cada cual más absurdo: “Comepanzas”, “Correveidile”, “Setevalaolla”... La reina madre les escuchaba con evidentes gestos de incredulidad. Y, cansada de tanto grito y despropósito, tan sólo les dio un breve pero sabio consejo: “El poner nombre a un hijo no es cosa que se deba tomar con tanta ligereza. Hay que ser cauto, hijos míos, ser cauto...”. Tal fue la gravedad con que la anciana pronunció estas palabras que los regentes quedaron paralizados por la impresión y sin capacidad de reacción. En sus (tercas) cabezas retumbaba la palabra mágica que la reina madre había dicho casi sin querer.. cauto.. cauto... Y Cauto se quedó.
Las aguas volvieron a su cauce y el niño creció admirando a sus padres de una forma quizá algo exagerada, ya que vivía temeroso de realizar cualquier acción que pudiera defraudarlos. Es por eso que, identificándose de forma plena con su nombre, la prudencia siempre guiaba sus acciones, respondiendo de forma exacta y sobresaliente a las expectativas, sin arriesgar jamás. Y esa forma de ser era, al mismo tiempo, la causa de su alegría y su desdicha.
Alegría por el afecto que todos sus súbditos le demostraban por la gran sabiduría que acumuló a base de reflexionar tan concienzudamente; desdicha porque esa cautela le impedía expresarse de forma sincera y abierta, y eso le causaba no pocas lágrimas.

martes, 9 de septiembre de 2008

Dm (III): La cancha de juego

Como tantas otras veces, la música dirigía mis pasos y me sentía deslizar sobre la calle, dejándome llevar por las melodías naïf de La Casa Azul. Y mientras sus letras eran himnos de autoconvencimiento consciente, mi mente indómita quiso que girara la cabeza. Mis ojos recordaron mientras mi cerebro vió un incidente de años atrás, en plena adolescencia sumisa. Ahora es una plaza no muy coqueta, con escasos ornamentos y más bien asépticos: bancos de pobre diseño, encinas dormidas, tierra calmada y cemento triste. Dos niños se perseguían el uno al otro, o el otro al uno, o quizá ni tan siquiera se perseguían, tal es la libertad de acción que nos concede la infancia. Y allá donde veo gritos agudos y gestos exagerados me veo a mi mismo tendido en el suelo, retorciéndome de dolor... Mi boca es incapaz de expresar nada, tan sólo repite mecánicamente unas palabras que eran un deseo imposible: la realidad era bien distinta. “Otra vez no, otra vez no...”. Era mi segundo esguince de tobillo, esta vez en el izquierdo.
Donde ahora dormita la plaza y viven los niños había una cancha de baloncesto. Ese día, un equipo bastante torpe estaba perpetrando su entrenamiento habitual... Un salto firme, un pie ajeno mal colocado y mi tobillo lloró sangre, pero como siempre he sido muy sufrido, la lloró para sus adentros. Me acababa de recuperar de otro esguince y justo aquel día, el primero que volvía a vestirme de corto, me hice otro aún más grave si cabe: me provocó un mes de yeso y varios años de lenta recuperación.
Mi neurona... sí, MI neurona porque sólo tengo una... pero esforzada y trabajadora como pocas, ¿eh? Pues eso, que mi neurona ha tenido una descarga de lucidez: la dendrita le ha susurrado una historia al oído que le ha hecho mover sus oxidados y misteriosos engranajes. “La pista ya no está”- le ha dicho. La pista donde yo me moría de dolor. Yo sigo aquí. Es más, sonrío al recordar que ya pasó. Y es gracioso, eso mismo es lo que pasa en la vida. Puedes caer, morirte de dolor, llorar para los adentros, quedar con pequeñas secuelas... pero ese dolor ya murió.. y tú sobreviviste. Se fue, y siempre puedes pasar por delante, girar la cabeza, recordarlo, sonreir y decir con bula infantil “Elis elis!!! Yo estoy, tú no”.
Adiós y muy buenas, querida cancha.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Dm (II): ¿Dónde está mi hogar?

Mi hogar no es un sitio, son muchos. No está delimitado por paredes, ni por puertas o ventanas, no está limitado por mi mente. Mi hogar es todo sitio dónde mi alma se encuentra a gusto... Mi hogar es el mar, el cielo, las estrellas, los pubs irlandeses, (perdón, los pubs de Irlanda), Gemma.... Todo eso es mi hogar.
Es en los recovecos de mi mente dónde se decide el lugar... o quizá ni eso, no es algo cerebral, no es algo premeditado, ni tan siquiera instintivo... Es algo donde mi energía fluye sin presas que la atenacen, ya seas propias, ajenas o de ambos tipos.
La gente camina por la calle: pasa, va arriba y abajo, se para, habla, piensa, actúa... hoy mientras el aroma del café con leche alimentaba mi nariz y las letras impresas en las hojas alimentaban mi imaginación, los observaba como si fueran puntos de luz... Los había pausados, otros nerviosos, otros que no dejaban de dar círculos, otros que se detenían como para descansar y continuaban con su frenético camino a no se dónde.. y sinceramente, creo que tampoco cambiara mucho la percepción que tenía.
Y allá estaba yo, punto de luz expectante, expectante de nada ni de nadie.. simplemente disfrutando el momento, como hacen los perros. Está bien saber que haremos o que hicimos, pero estamos tapando el presente, que es lo único que vivimos... el momento en el que estamos. Y si no lo apreciamos.. ¿qué nos queda?
Las posesiones se van tan rápido (o más) como llegan... ¿Por qué estamos tristes si se va el verano? ¿Acaso no volverá? Y si acaso no volviera, deberíamos pensar que hemos tenido el privilegio de poderlo vivir tanto si ha sido bueno, por haber sido felices, como si ha sido malo, porque seguro que nos ha dejado vivencias muy valiosas si sabemos entenderlas. La suerte.. no es que venga o que vaya.. simplemente siempre está allá y somos nosotros con nuestra actitud la que dejamos que entre o la rechazamos pensando que jamás será nuestra cuando, en ese mismo instante, se nos ofrece con un sonrisa sincera y natural... ¿Por qué nos empecinamos en ser tan cuadriculados? ¿Por qué queremos tenerlo siempre todo bajo control? ¿Por qué creemos que tenemos el poder de controlar algo?
Pues nada.. habrá que dejarse llevar.. o mejor, disfrutar del momento...

viernes, 5 de septiembre de 2008

Dm (I): At... at... at.... at-cheese!!!! (Salud)

Me encanta el olor a queso. Sí, sin más. No podría explicarlo con palabras: no sabría decir si me produce una emoción, una gran paz, un hervor de la sangre o tan sólo un orgasmo olfativo. Cosas de la química, diría un científico resabido calándose sus gafas de pasta mientras me mira con incredulidad o, peor aún, con indisimulada compasión.. “Pobre criatura. Seguro que aún cree en los monstruos que moran en las oscuras y tenebrosas cuevas existentes bajo las camas de los niños”... Pues hombre, tampoco hay que ponerse así. Para evitar males mayores, me compré un canapé de madera, de madera de roble bien gruesa. Así los monstruos quedan atrapados por mi propio peso y no tienen posibilidad de escapar por los costados. Sólo saldrán cuando yo decida... y de momento esa decisión creo que voy a ajornarla unos cuantos añitos.

¿No me digais que no os conmueve el penetrante hedor a pie que reparten con mucha generosidad los quesos de cabra o los de oveja? A mi me parece lo más sublime del mundo. Es más, se podría aplicar como nueva técnica de decoración de interiores... ¿Acaso cuando entrabais a casa de vuestros padres y el aroma a sopa de fideos recién hecha os abrazaba y os daba la bienvenida (cosa contrario a tus padres, que normalmente te recibían con un latiguillo al estilo... “a estas horas vienes???") no os evocaba un sensación de confort y de seguridad? Pues eso mismo.. imaginaros poder entrar a casa y que un día llegáis con el alma por los suelos.. pues olor a sopita... Estresados.. pos olor a rosas...

Yo por mi parte me inclinaría por un olor de queso de oveja recién hecho. De hecho, valga la redundancia, yo lo hice. En uno de estos “suculentos” lotes de navidad, en el que la bebida es dominadora y la chicha brilla por su ausencia, recibí una pequeña cajita de madera... Sin yo saberlo, ese era el cofre del tesoro.. Quien me lo iba a decir, acostumbrado a ver en las pelis de Indiana Jones brillantes cofres adornados por miles de gemas, esmeraldas, maragdas y todo tipo de pedrusco brillante imaginable.... Pues sí sí.. una modesta caja de madera (de la mala, no nos vamos a engañar) que contenía un verdadero hallazgo. La abrí con algo de curiosidad, ya que el dibujo insinuaba mucho pero no decía nada: un pastor con un rebaños... ¿que habría allá? Una muela del pastor???? Un trocito de lana de la oveja???

Y cuando lo abrí.. Ohhhhhhhhhhh.... el gozo de lo sentidos se disparó y el aroma a queso rancio, libre de la prisión delimitada por aquellos endebles tablones, campó a sus anchas por mi casa. Y por lo que se ve, le gustó, ya que decidió quedarse... Lo guardé en un armario de la cocina, lo más escondido posible, pero el olor siempre se las apañaba para salirme a recibir cuando llegaba de la calle y besarme con su olor rancios mis enamoradas pituitarias... He de decir que fue bonito mientras duró y que como todo, se acabó.. aunque no de forma mala ni deleznable... pasó de excitar mis fosas nasales a alegrar la vida de mi pobre estomago maltratado.

Una recomendación

¡¡¡¡¡¡Buenas!!!!!!

Ahora estaréis pensando... "ohhhhhhh nooooooooo, ya nos va a dar la paliza otra vez con sus viajes playeros"... pues os equivocáis. Primero de todo, decir que he cambiado los colorines del blog porque el otro me parecía demasiado oscuro y quizá algo serio, por eso he optado por una combinación de colores más vistosa.
Pero ese no es el tema de esta entrada... ¡no! Os he prometido una recomendación. Si os gusta escribir (o si habéis deseado hacerlo y no os veis capaces de hacerlo), leed La escritura, una terapia creativa de Natalie Goldberg. La autora nos da consejos sobre como encontrar tiempo para escribir, sobre qué escribir, superar el bloqueo del escritor, etc... Es una lectura amena y los trucos que utiliza la autora están muy bien explicados, tanto que te parece fácil aplicarlo y te motiva para hacerlo... Toda ayuda es bien recibida, ¿no?
Uno de los trucos que nos ofrece es el truco de la mano en movimiento. Se trata de hacer un escrito cronometrado de diez minutos en el que no paremos de escribir. ¿Qué escribimos? Lo primero que nos pase por la mente, sin preocuparnos si tiene sentido o no... simplemente dejamos fluir nuestra imaginación... Parece algo banal, pero os aseguro que quedaréis sorprendidos por el resultado.
Y yo, que soy algo curiosillo, he hecho algunos (y más que seguro que haré) y os los iré mostrando en este blog. En el título de cada uno de ellos pondré DM y el número de escrito que le toque. Espero que os guste...