jueves, 7 de febrero de 2008

Contrastes

Una de las cosas que más me llamó la atención en un reciente viaje a Dublín fue que la encontré una ciudad de contrastes.
  • Contraste número 1: La parte más moderna, The Docklands, con sus edificios de pisos al estilo europeo; la parte antigua, con numerosos edificios de estilo británico.
  • Contraste número 2: El bullicio de los días y el silencio de las noches.
  • Contraste número 3: El primer Dublín que conocí, hace ya nueve años, y el último que visité, hace nueve semanas.
La ciudad sigue con su encantadora decadencia, es un ambiente que te atrapa. Ya se sabe que aunque lo celta está muy mitificado, la ciudad en sí desprende un color especial.. vale, vale... Sevilla también.... Pero lo que chocó más fue ver el contraste de clases: vi más gente consumiendo al estilo europeo pero a la vez más pobres, muchos más de los que vi en mi primer viaje. Las imagenes que más me impactaron fueron dos: la de una niña, rubia y pálida, que no tendría más de ocho años, pidiendo limosna mientras fumaba un cigarrillo y la de un extraño trío que tocaba música en una de las calles más concurridas. Y si me impactaron fue porque en sus caras no se reflejaba ningún tipo de sentimiento: ni de piedad, ni de necesidad, ni de desafío... Simplemente estaban ausentes, con la mirada perdida.
Sé que muchas veces esa reflexión no nos dura más que un segundo, que es lo que tardamos en pensar en nosotros mismos otra vez. Pero esa imagen me dejó un cierto regusto amargo. Y cada vez que la recuerdo, no puedo evitar oir la melancólica música del extraño trío...



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